miércoles, 24 de septiembre de 2008

Las Vías de Transmisión

Dadas las secreciones que son capaces de transmitir el virus y las puertas de entrada para el mismo, todas las combinaciones posibles pueden clasificarse en distintos grupos que llamamos vías de transmisión. Estas son tres y las mencionaremos según su importancia estadística.


a)      Transmisión Materna, Vertical o Perinatal:

Se trata de la transmisión de vih entre una mujer embarazada que vive con el virus y su bebé. Entre las vías de transmisión, se trata de la menos frecuente pues, si la mujer está debidamente controlada por un médico, las posibilidades de que el virus pase de la madre al bebé son ínfimas.

De todas maneras, si la madre es PVVS, el bebé puede ser afectado durante el embarazo, durante el parto normal o bien a través de la lactancia.

Para prevenir la infección del bebé toda embarazada debería realizarse un test Elisa al comienzo de la gestación, de manera que puedan tomarse las medidas profilácticas necesarias. Entre estas, el médico tratante articulará los medios para controlar los diversos factores de riesgo y para reducir al máximo la carga viral. De esta manera, los riesgos para el bebé serán mínimos.

Llegado el momento del parto, si la carga viral de la madre es la adecuada, el bebé podrá nacer por medio de parto vaginal. Si no fuera así (si la madre vive con vih y no ha recibido el tratamiento correspondiente o éste no ha dado los resultados esperados), el contacto de las mucosas del bebé con la sangre y el flujo vaginal de la mujer lo harán correr un enorme riesgo de infección. Las posibilidades de transmisión se reducirán de manera significativa si el médico toma la precaución de proceder a una cesárea programada. En todos los casos, el recién nacido será controlado durante un período prudente. Finalmente, se desaconsejará a la madre que lo amamante puesto que la infección también puede transmitirse a través de la leche materna.

b)      Transmisión sanguínea:

Como su nombre lo indica, esta es la transmisión que se produce a través del intercambio de sangre.

A  lo largo de las últimas décadas, muchas son las historias que se han tejido alrededor del vih, la mayoría de ellas reñidas con la realidad y casi todas vinculadas a una supuesta transmisión sanguínea. Es importante recalcar el hecho de que el vih no se transmitirá nunca a través de una aguja ensangrentada dejada en el asiento de un cine o en el auricular de un teléfono público, por la picadura de un insecto, por compartir un cepillo de dientes o la máquina de afeitar. Hoy en día (y gracias a la implementación de los bancos de sangre) ya no es frecuente la transmisión a través de transfusiones. Prácticas médicas como la diálisis y cualquier tipo de intervención quirúrgica no representan un motivo de preocupación, siempre y cuando se adopten las medidas profilácticas instituidas por los protocolos respectivos.

Cuando hablemos de transmisión sanguínea, sí deberemos prestar especial atención a cuestiones vinculadas a las peleas, al uso compartido de elementos punzocortantes y a los accidentes.

Las peleas a golpes constituyen una situación de riesgo de infección por vih, puesto que las heridas de cualquiera de los contendientes pueden entrar en contacto con la sangre del otro. Si alguno de ellos vive con el virus, los demás podrían salir perjudicados.

En cuanto a los elementos punzocortantes, deberemos concentrar nuestra atención en:
  • Las agujas hipodérmicas.
  • Los “canutos” utilizados para aspirar cocaína.
  • Las “pipas” empleadas para consumir paco.
Las agujas hipodérmicas son huecas. Cuando uno se pincha con una, la aguja sale manchada con sangre. Pero la sangre que uno puede ver a simple vista no presenta ningún peligro pues se la puede limpiar perfectamente con un trapo o un algodón. Además, es sangre que entra en contacto con la luz, el aire y la temperatura ambiente, de modo que el virus que pudiera haber en ella no sobrevive mucho tiempo. La sangre capaz de transmitir una infección de vih será, en este caso, la sangre que uno no ve, la que queda en el canal interno de la aguja. Allí el espacio es tan estrecho que no llega el aire ni la luz y la variación de la temperatura se produce mucho más lentamente que en el exterior, de modo que el virus (en esas condiciones) tiene una sobrevida mayor. Por eso es imprescindible que, cada vez que vayamos a utilizar una aguja hipodérmica o dejar que alguien nos inyecte alguna sustancia con ellas, exijamos el empleo de material descartable; es decir agujas que se utilizan una sola vez y luego se desechan. Este consejo es aplicable a toda persona que vaya a administrarse una vacuna, a inyectarse algún medicamento, a quien vaya a colocarse un piercing o a quien quiera realizarse un tatuaje. En este último caso, es necesario también tener en cuenta que la aguja empleada por el tatuador nunca debe entrar en contacto con la tinta del frasco a fin de no contaminar el contenido del mismo.

De los canutos y las pipas ya hablaremos con detenimiento en la sección dedicada a las adicciones.

c)       Transmisión sexual:

De las tres vías, la sexual es la más importante en tanto que afecta al 90% de las personas infectadas en el mundo. O sea que, de cada diez individuos que viven con el virus, nueve lo han contraído por mantener relaciones sexuales no seguras.

Es justo y conveniente hacer algunas aclaraciones:
  • Las únicas relaciones que presentan riesgo respecto del vih son aquellas en las que no se emplea correctamente el preservativo.
  • La transmisión no debe asociarse a ninguna práctica en particular ni a la orientación sexual de las personas.
  • El preservativo ha dado ya sobradas pruebas de que es el mejor y más efectivo método para evitar infecciones de transmisión sexual (como el vih) y embarazos no deseados.
Claro que, si hablamos de sexo, no todas las prácticas presentan el mismo nivel de riesgo. Simplificando las cosas (puesto que podría decirse que hay tantas prácticas sexuales como personas sobre la tierra), podría decirse que las prácticas más usuales son: el sexo anal, el sexo oral y el  vaginal.

Se entiende por sexo oral a la estimulación erótica mediante el uso de la boca. Comúnmente, cuando se habla de esta práctica, suele pensarse solo en el contacto de la boca con un pene, pero también debe considerarse como tal el contacto de la boca con la vagina, con el ano e incluso con los pezones.  Este último caso solo presentará riesgo si la mujer estimulada acabara de parir y sus pechos estuvieran segregando leche materna. En el caso del contacto de la boca con el ano, no habrá (en situaciones normales) posibilidad de transmisión de vih pero sí de muchas otras infecciones de transmisión sexual como la sífilis, la hepatitis B, etc.

En el sexo oral sobre un pene, la mucosa de la boca entrará en contacto con el presemen y eventualmente (si el varón eyaculara dentro de la cavidad bucal) con el semen. El glande,, por su parte, entrará en contacto solo con la saliva existente en la boca que está penetrando. En el sexo oral sobre una vagina sucede algo similar: la boca entra en contacto con el flujo vaginal y la vagina con la saliva. Por lo tanto:


En razón de ello, se dice que de las tres prácticas sexuales más habituales (oral, vaginal y anal) es el sexo oral la que presenta menor riesgo de transmisión de vih: porque solo uno de los intervinientes queda expuesto a la infección. A esto debemos agregar que el riesgo de transmisión también disminuye por la presencia de saliva dentro de la boca. La saliva no solo no transmite el virus sino que diluye los fluidos transmisores y conforma una solución líquida de reducida carga viral.

En el mismo sentido, si comparamos el sexo vaginal con el sexo anal, la conclusión será que es ésta última la práctica de mayor riesgo entre las tres. La vagina es una cavidad que está naturalmente preparada para recibir la penetración del pene. Se trata de un orificio muy elástico que además tiene lubricación natural (el flujo) que favorece la introducción del miembro viril. No obstante, la penetración vaginal sin protección adecuada pone en riesgo a ambos miembros de la pareja. La vagina entra en contacto con el presemen y eventualmente con el semen, mientras que el glande entra en contacto con el flujo o con la sangre (en el supuesto que la mujer estuviera atravesando su período menstrual).

El caso del ano es muy distinto: no tiene lubricación ni tanta elasticidad como la vagina. Esto provoca que, por más cuidado que se ponga en la penetración anal, siempre se producen pequeñas heridas en la mucosa. Sin embargo, también en este caso ambos integrantes de la pareja corren riesgo de infección si no toman las precauciones necesarias. El varón que penetra pone su glande en contacto con la sangre que surge de las heridas internas de la mucosa y la persona que es penetrada (sea hombre o mujer) puede absorber el virus a través de la mucosa anal pero también a través de las heridas mencionadas. Las puertas de entrada serían entonces de dos tipos, lo cual aumenta la posibilidad de transmisión.

Resumiendo:


Pero es importante recalcar que “menor riesgo” no significa “sin riesgo” y que, fuere cual fuere la posibilidad de infección, esta es perfectamente evitable con el uso correcto del preservativo, tal como lo explicamos en el apartado correspondiente.



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